Carmen Rengel «La solución política es la única que puede traer el final del conflicto»

Carmen Rengel lleva narrando el conflicto histórico palestino israelí casi un lustro. Incansable, tenaz, persistente consiguió entrar como segunda corresponsal para medios como la Cadena Ser, el País o Canal Sur tras llegar con sus maletas desde Sevilla. Hoy vive en Jerusalén y narra lo que puede y lo que le dejan. Cuando una historia se le queda en el tintero la deja para su blog particular y libre de censuras, Cuadernos de Oriente Medio.

¿Era un sueño de juventud la idea de coger las maletas y macharte hasta Israel?

Yo tenía ganas de venirme desde que hacíamos la revista del Instituto y me tocaba encargarme de internacional. Esta zona siempre estaba en las noticias y me parecía fascinante. Vine por primera vez en 2004 de vacaciones y cuando ya pisé terreno dije: “yo tengo que trabajar aquí”. Así que en 2007, aprovechando unas vacaciones ya me vine un mes entero en el tiempo de las elecciones israelíes y me gustó cómo podía desarrollar aquí mi trabajo. Desde aquel momento no paré de pensar en el día en el que pegaría el salto. Y en 2010,  cuando se produce en expediente de regulación de empleo en mi periódico, El correo de Andalucía, decidí venirme”.

Dice Eugenio García Gascón, decano de los corresponsales de España en Jerusalén, que hay que informar de lo que se hace y no tanto de lo que se dice. ¿En qué condiciones se puede hacer periodismo en esta zona de conflicto?

Es cierto que a cada periodista nuevo que llega aquí, no digo que intenten apropiárselo, pero sí acercarse a ellos. Hacerte ver que su visión es la correcta. En el momento que intentas desmarcarte o simplemente les haces ver que tú no estás ahí para que te convenzan, algunos reaccionan mejor y otros peor y empieza un trabajo muy concreto con portavoces oficiales, en el caso de Israel. Llega un momento que intentas escapar de esos portavoces que están arriba para crear tus reportajes y tratas de buscar mucho en capas intermedias: asesores, parlamentarios… y eso se consigue con las mismas rutinas periodísticas que puedes aplicar en España. En el lado palestino es un poco más difícil porque lamentablemente no tiene aún una estructura de Estado de pleno derecho y tienen pocas atribuciones. Y también hay una división por facciones, Hamás, la yihad islámica que hace que todo esté mucho más fraccionado, y lo poco que conseguimos es a base del día a día.

¿Qué historias te gustaría contar en los medios sobre la población palestina?

Si me dieran a diario una página me gustaría poder explicar no los grandes titulares sino las pequeñas realidades que conforman el día a día de esta Tierra Santa. Contar cómo puede ser el día de un señor de Belén que se tenga que levantar a las tres de la mañana para cruzar el puesto de control y llegar a su puesto de trabajo en Ramala, cómo lo tratan, qué ocurre, cuánto tiempo tarda… Algo tan básico pero que son piezas de fondo que mucha gente  desconoce: explicarle a la gente cómo es el Hebrón completamente dividido, cómo la presión de los colonos ha cambiado la fisonomía de la ciudad o cómo es la convivencia en el este de Jerusalén.

¿Cómo has vivido desde Jerusalén la reacción del pueblo israelí ante la ofensiva en Gaza?

Durante los días de ofensiva, la sensación era bastante contradictoria porque aunque aquí sonaron las sirenas tres y cuatro veces al día, todo el mundo hacía su vida tan normal. En el lado palestino de la ciudad, la tristeza ha sido enorme. Tenía una pena muy grande desde el señor que te atendía en una tienda hasta la gente que te encontrabas en el autobús. Era la solidaridad con los compañeros, con los hermanos de Gaza, el saber que tu aquí estás bien y a ellos los estaban bombardeando. Se ha visto una tristeza enorme en el lado palestino. En cuanto a los medios israelíes, como prácticamente no han informado de las víctimas de Gaza, lo que sacaban eran biografías de los soldados muertos o informaciones de la población al sur de Israel. Por tanto, no ha habido una corriente de solidaridad. La gente quería como barrer Gaza. Esto ha sido una sensación muy turbia, notar cómo la gente quería destruir aquello, salvo una minoría minúscula de la izquierda israelí.

Y si habláramos de una posible solución al conflicto, ¿podríamos hablar de una solución política o de una solución que tiene que ser alcanzada a través un acuerdo internacional?

La solución política es la única que puede traer de verdad el final del conflicto pero también le va a ayudar mucho la vía civil y la gente y la sociedad. En el lado palestino se está moviendo mucho a la población. El cansancio ya es tremendo. La población no quiere otra intifada, como dice Israel para asustar. Lo que quieren es un gobierno con plena garantía y soberano. Quieren derechos, que no haya corrupción, que dejen de enviarse ayudas internacionales, quieren acabar con la ocupación sobre todas las cosas y vivir  en paz. Ya empezaron hace años a pedir la unidad entre todas las facciones palestinas porque lo primero que decían es que para luchar contra los que  tenemos enfrente, tenemos que unirnos nosotros y ahora este año han intentado llevar a cabo el gobierno de unidad. El ciudadano de a pie palestino se manifestó como nunca contra importantes iniciativas como la campaña de boicot de inversiones contra Israel que le está haciendo un profundo daño. Eso va a presionar a Israel para que tenga forzosamente que ver algunas cosas.

¿Qué dirías que une a estos dos pueblos en eterno conflicto?

Aparte de que ambos tienen idiomas que provienen del semítico y que en el fondo son más primos hermanos de lo que pensamos, las costumbres son similares en muchas cosas, desde las vestimentas hasta las comidas. Lo que creo que verdaderamente les une, en lo que no reparan, es que la gente quiere vivir con normalidad. Todos quieren lo básico. Quieren comer, vestir, quieren  tener a sus hijos, quieren tener educación, quieren un progreso. Hay veces que ven que se mezclan en una misma cuadrilla de electricistas en el este de Jerusalén hombres palestinos e israelíes y trabajan juntos y no hay roces y se ríen de los mismos chistes, lloran con la mismas cosas, les puede enfadar los mismos asuntos, pueden estar escuchando la misma canción porque lo último que quieren, a fin de cuentas, es vivir. Y quieren que les dejen tener esa misma rutina.

Desde los municipios y desde Famsi ¿qué podemos hacer ante tal situación?

Yo creo que más allá de lo que se hace en ayuda a cooperación y en proyectos, la ayuda de Andalucía es importante y llega. No se pierde por el camino. Desde el FAMSI y desde cualquier otra entidad, hay que hacer mucha pedagogía, una descripción de lo que le ocurre a los palestinos, describir las obligaciones que tiene para con ellos Israel y que no aplica, las vulneraciones  de Derechos Humanos que se están cometiendo cada día. Y en el momento que la gente tenga conciencia de cómo es esa verdadera rutina tan desquiciante que hay aquí, y la sociedad sea más crítica, se podrán tomar decisiones. Desde promover el diálogo hasta empoderar a la izquierda israelí.

 

 

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